Criar un niñ@ es un acto de amor pleno. Instintivo como la misma humanidad. Carente del sentido mercantil de una relación, ya que no hay beneficios para el propio ego que puedan ser tomados de inmediato.
Amor, cuidados, juegos, enseñanzas, emociones, cansancio, desafíos, frustraciones, energía…
Ponemos a prueba todos nuestros recursos en pos de acompañar este nuevo ser que vino al mundo.
Sacrificamos caprichos egoicos por un otro…un pequeño otro que no tendrá matemáticamente tiempo suficiente para devolvernos toda esa energía y cuidados recibidos.
Así se forma este río que llamamos vida en donde el amor que recibimos de nuestros padres provino antes de nuestros abuelos y hoy se lo entregamos a nuestros hijos para que ellos el día de mañana hagan lo mismo a la siguiente generación y así el amor fluye desde el pasado hacia el futuro. Son de esas pocas relaciones amorosas en donde el amor no espera un retorno inmediato, ni se contamina ni se negocia.
Nuestra tarea responsable como madres, padres, tutores o educadores es acompañarl@s y guiarl@s para que puedan MADURAR. Y el verdadero significado de MADURAR no es meramente un tema de fechas y años acumulados en un documento… Claro que no! Si fuera así no habría niños que parecen adultos y adultos que parecen niñ@s.
“Entonces la mejor labor de acompañar a un niñ@ durante su infancia, es ayudarlo a pasar de la dependencia total del entorno, como es el caso de un recién nacido, a su propia autonomía, en donde el auto-apoyo deja de estar afuera y pasa a ser su propio apoyo interior, dejando de ser completamente dependiente hacia su propia independencia.”
“Un niñ@ que aprende a pararse sobre sus propios “pies” (recursos), será el día de mañana un adulto MADURO. “